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Natural de Iquitos. Ingeniero Civil de profesión y curioso de vocación. Soy un lector compulsivo y apasionado por las personas.

domingo, 12 de abril de 2020

La Historia de A. (Historias en Época de Coronavirus)

A. vive con sus dos padres y dos de sus hermanos mayores, varones ambos. Sus padres, son de la tercera edad, sufren ambos del corazón entre otras dolencias que vienen con la edad. Su hermano mayor sufre de problemas bronquiales crónicos. Su siguiente hermano es algo enfermizo, aunque mide 1.80m y tiene músculos bien formados. A. es la más pequeña no solamente en edad, también en tamaño, no está particularmente en forma, pero es, técnicamente la más sana, así que es la encargada de hacer las compras de la casa, de aquello que no se puede comprar cerca o hacer pedido, es la que debe salir allá, a la calle, donde campa el enemigo, el COVID19.

Hoy, A. se alistó para salir, blusa, camisa manga larga, pantalones largos, zapatillas, mascarilla, guantes de látex, un gorro, su monedero y su fiel carrito de compras, el que tuvo la feliz idea de comprar unos meses antes de la caurentena. No lleva celular, no lleva llaves, no lleva nada que no sea absolutamente necesario. En su monedero, además del dinero, lleva una tarjeta con el nombre y número de teléfono de su hermano mayor, por si algo malo pasa y, alguien lo encuentra, puedan llamarle, una medida de seguridad necesaria.

Sale temprano, hoy no irá al mercado, sino a Precio Uno, es lo más cercano. Ve a sus vecinos sentados en sus veredas, la saludan, ella les devuelve el saludo, manteniendo la distancia, mientras reprime el impulso de gritarles que entren a sus casas, ni si quiera tienen alguna protección, están sentados allí como si no pasara nada, mientras que ella siempre sale asustada. Camina siete cuadras, llega sin contratiempos, en el lugar hay una gran cola, el sol salió de pronto con toda su fuerza, respira hondo, así son las cosas ahora, hace su cola, manteniendo su distancia. La cola avanza lento, a la entrada un personal toma la temperatura de los que van a ingresar, si es alta no ingresas y punto. Hay mucho sol, está comenzando a sudar, finalmente tras casi una hora en cola, llega su turno, le toman la temperatura, es alta, no puede ingresar, no puede ser, sabe que no tiene fiebre, es el sol que está muy fuerte, se lo dice a quien toma la temperatura, le responden que espere un momento, a la sombra, A. respira hondo, están haciendo su trabajo, al menos está en la sombra, espera. Tras unos minutos que se le hacen eternos, le vuelven a tomar la temperatura, normal, puede ingresar, antes de hacerlo pregunta si puede usar su carrito de compras, le dicen que no hay problema, ingresa.

No hay tanta gente como temía, el sistema de la tienda le parece positivo en ese momento, se mantiene alejada lo más que puede de los demás, con su carrito como escudo, se aleja de los pasillos muy llenos de personas, ya se moverán, ataca los pasillos más despejados. No entiende por qué hay gente en parejas o grupos, ¿No se supone que es uno por familia? Camina despacio toma todo lo que considera necesario y un par de cosas no tan necesarias, un gustito a veces ayuda a sobrellevar la vida. Tarda menos tiempo en comprar que el tiempo que estuvo en la cola, no encuentra muchas de las cosas que necesita, hay varios estantes vacíos, suspira, suavemente esta vez, hay mucha gente y teme respirar hondo. Paga sus compras, la ticketera se avería, no le pueden dar su boleta, no podrá saber cuánto le costó cada cosa, quizá sea mejor así, se dice pensando en los gustitos, tan sólo quiere irse de allí y les dice que no importa, el dependiente le indica que la acompañara a la puerta para que no le hagan problema por no tener su boleta, mientras caminan ve en un estante algo que necesitaba, pregunta si puede ir a comprarlo, el dependiente le dice que no hay problema que la espera, A. va, lo toma, paga y regresa rápido, ya no está el joven, lo busca con la mirada y no lo halla, intenta salir pero le piden su boleta, ella explica lo sucedido, no la dejan salir, trata de describir al joven que la atendió mientras lo busca nuevamente con la mirada, el personal de seguridad le apuntan a alguien y le pregunta si es él, sí, lo es, lo llaman, él viene y explica, ya puede salir, y volver a respirar.

Su carrito no está ni a la mitad, piensa si debe regresar a casa, Pacific Market está al costado, allí las cosas son más caras y no tiene deseos de volver a hacer cola, pero irse ahora significa que tendrá que volver a salir muy pronto, lo cual la expone más al contagio y a la posibilidad de llevar la enfermedad a su familia, había ido decidida a comprar lo suficiente para, al menos, una semana y eso es lo que haría, se decide y va hacia Pacific.

Acá la cola es pequeña, ingresa rápido, hay más gente adentro, deja sus cosas en recepción, toma un carrito del local, no le gusta tanto como su carrito, pero no puede pedir que le dejen entrar con el suyo ahora que está medio cargado y puede generar confusiones. Para su alegría, esta vez sí encuentra varias de las cosas que busca, no mira precios, no quiere tener un infarto en media tienda, solo toma lo necesario. Ha conseguido suficiente, se dirige a pagar y se encuentra con largas colas, es normal, toca esperar. Mira a su alrededor, no se había fijado en la gente esta vez, solamente en mantenerse alejada de ellos, ahora los mira, se sorprende. Personas arrimadas en la pared, con el hombro, con la manos desnudas, tocando una columna, etc. ¿Piensan que el virus solamente está en la gente? Ella ha procurado tocar lo mínimo necesario, y eso que lleva guantes. Dos mujeres se reconocen tras las mascarillas, se lanzan una a la otra y se funden en un abrazo, se conocen y no se habían visto en un tiempo. A. las mira aterrada, desde que todo esto empezó no ha tocado a su familia, ya no sabe lo que es beso o un abrazo, tan solo besos volados. Mientras, dos mujeres que no tienen idea dónde ha estado la otra, se abrazan efusivamente en media tienda. A. quiere llamarles la atención a tanta gente irresponsable, se aguanta, no serviría de nada, solo piensa ¿Cuántos volverán contagiados a sus casas innecesariamente? Además, apenas saldría su voz, su garganta está muy seca, necesita beber algo a gritos, pero no acá, sería un suicidio, se aguanta.

Ya casi es su turno de pagar, su garganta se seca más y como es natural, le viene un terrible deseo de toser, entra en pánico, no quiere hacerlo, teme asustar a la gente y que la echen del lugar sin haber terminado su compra. Se aguanta lo mejor que puede, son segundos solamente pero le resultan largos y espantosos, finalmente aún garganta cede a su fuerza de voluntad y se calma. Por fin es su turno de pagar, lo hace, esta vez no hay problemas con el pago.

Toma sus cosas y va a recepción, recoge su fiel carro de compras, mete todo allí, queda repleto, es hora de volver a casa, su carrito está muy pesado, más de lo que había imaginado, debe volver siete cuadras, la mayor parte del camino no está pavimentada, está agotada, sudando, con la garganta seca, le encantaría tomar un motocarro pero decide que es un peligro innecesario, vino caminando y se irá caminando.

Las cuadras se le hacen larguísimas, le duelen los brazos, los pies le están matando, le falta el aire, suda a chorros, su cabeza va a estallar, no hay glamour acá, sólo quiere llegar a casa, su familia la espera, deben estar preocupados, ha demorado demasiado, culpa de tener que ir a dos lugares y a las colas, sigue adelante, las ruedas de su coche se traban en el suelo, es demasiado peso, le ruega que resista que no le falle ahora, las ruedas comienzan a girar nuevamente, buen chico. Por fin se acerca a casa, mira algo que le llama la atención y toma nota, sigue caminando, mira hacia el balcón de su casa, allí está su madre que hace ademán de ir a ayudarla, con la garganta totalmente seca y dolorida logra exclamar un rotundo NO, su madre no debe salir de casa. Por fin llega a la puerta, su madre le abre mitad preocupación y mitad alivio ahora que A. volvió. A. mira a su madre, no ingresa a la casa, deja su carrito a un lado y respirando hondo, ahora sí, le dice que llame a su hermano mayor, cuando él aparece puede ver la misma preocupación que en su madre, él le pregunta si está bien, sino se expuso y ella solo logra responder: Dame dinero, están vendiendo huevos y harina en la otra esquina. No había en las dos tiendas que fue y los necesitaban, él le da el dinero y ella va a comprar, sin importar el cansancio, sin el carrito es mucho más fácil, compra un kilo de harina y 26 huevos y regresa a casa. Ahora solo se debe desinfectar todo lo que trajo y a ella misma, el agua fría es más que bienvenida.

Su pequeña odisea le tomó casi cuatro horas, está agotada, como pocas veces en su vida, pero victoriosa, logró mantener su distancia, su familia tiene comida, no para una semana sino para diez días, diez días más que estarán relativamente a salvo y eso es todo lo que importa.

Continuará...

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